viernes, 18 de mayo de 2018

Pequeños grandes placeres



Sauveur, Annabel y la niña iban a visitarme el sábado por la tarde pero antes de que llegaran llamó Ada: estoy en el coche con los perros ¿me invitas a un café?; y cinco minutos más tarde, mientras sacaba la tarta de manzana del horno, llega Bryn emocionado con un tarro de nata fresca de no sé qué granja de los alrededores. 


Así que ese sábado los tuve juntos en mi mesa, a excepción de Berta que estaba demasiado excitada con los perros e insistió en que sus padres le dejaran quedarse en el jardín. 

Puse la nata en un bol, la tarta en platitos y serví café a todo el mundo, y mientras el chorrito oscuro y humeante golpeaba mi taza, sentí su aroma. Debí poner cara de gusto porque Ada me dijo: 
—Tú no te cortes ¿eh? Que la hipertensión en realidad no existe. 
—Un día es un día —dije yo llenando la taza hasta arriba—. No me toquéis el café que es uno de mis pequeños grandes placeres y el mejor invento de la humanidad —Sauveur me miraba condescendiente— El café, las novelas y fregar con Fairy —concluí yo y todos rieron menos él que negaba con la cabeza— ¿Ah, no? Pues dime tú. 
—Los mejores inventos de la humanidad son: la empatía —Ada hizo un amago de abucheo ahuecando las manos—, el cine —hubo cierto murmullo que tendía a la aprobación— y, por supuesto, los navegadores para el coche —Annabel esbozó una leve mueca—. La de discusiones que nos han ahorrado, mi amor —susurró él con cariño— Ada —anunció mirando a su hermana—: te toca. 
—El jamón de bellota, el sexo y las tandas numeradas en las tiendas. En ese orden —espetó ella del tirón. Annabel lanzó una mirada furtiva hacia la ventana para asegurarse que Berta no les estuviera escuchando mientras los demás reíamos por lo bajo— Venga, venga, no seáis hipocritillas… —canturreaba Ada. 
—¿Y los perros? —dijo Sauveur. 
 —Los perros son algo intrínseco a mi persona, como tener pelo en la cabeza. Bryn, te toca. 
—Cerveza, sol y playa —dijo también de corrido mientras nos miraba con sus ojillos juguetones de color aguamarina— ¿Qué esperabais? —Exclamó ante nuestra falta de reacción— ¡Soy un guiri! 
Todos reímos. 
—Falta Annabel —dije yo entonces. 
—No sé, podrían ser tantas cosas… 
—Venga, mójate —insistió Ada. 
—Pues supongo que la familia, el yoga y —titubeó como si fuera a decir algo vergonzoso— ¿el chocolate? 
 Berta entró de pronto buscando algo y al percibir nuestro silencio, alzó la vista y nos miró. 
—Jugamos a decir las tres cosas que más nos gustan —le dijo su padre—, te toca. 
—El chocolate —respondió ella sin pensar mientras se agachaba para mirar bajo la mesa. Estaba buscando a Raspa. 
—No vale, el chocolate ya está dicho. 
—En realidad a mí solo me gusta el negro —aclaró Annabel. 
—El chocolate blanco y el chocolate marrón —dijo la niña mientras buscaba tras el sofá.  
—Te falta uno… no puede ser todo chocolate —insistió Sauveur a pesar de la patente falta de interés de la niña—. Vamos, Berta, que ya tienes cinco años, piensa un poco… La niña se volvió hacia él y dijo entre hastiada y desafiante: 
—Lo que más me gusta es hacer pis en la bañera. 
Ada, Bryn y yo proferimos una gran carcajada, fue inevitable y más con la cara que se les había quedado a los padres mientras Berta seguía buscando al gato. Ada, sobretodo, parecía que fuera a partirse por la mitad y cuando vio que yo la estaba mirando me correspondió con una sonrisa cómplice: Me encanta esta niña. 

A cuidarse.